«La mirada curiosa de Estartús». Por F. Castro Flórez
Texto sobre la presentación de la serie «People» de Estartús en David Bardía Galería de Arte. 17/10/2015. Por el profesor D. Fernando Castro Flórez. (Plasencia, 1964) es un filósofo español especialista en estética, crítico de arte y profesor en la Universidad Autónoma de Madrid.
Vivimos, no cabe duda, en la época de la burocracia omnívora, aplastados o, mejor, aburridos hasta límites insoportables por un papeleo cuya función es la de “hacer que se hace” o dilatar el pasaje al acto. La condición atonal de la época crítica que nos ha tocado puede llevar a la completa apatía o ser la mecha de la insumisión. Tras el interludio estético postmoderno (en aquel eclecticismo que utilizó la historia, literalmente, como un guardarropa) hemos asistido al despliegue imperial de una globalización que, entre otras cosas, ha producido, valga la paradoja, más desigualdad (social y económica) y una vertiginosa homogeneización (entre otros ámbitos en lo estético-cultural). La sensación dominante es la de que “no hay salida” ni tampoco un afuera del sistema. La población planetaria está completando su huida hacia adelante, tratando en encontrar “refugio” en la metrópolis. Difícilmente podríamos encontrar el tono para poetizar nuestras ciudades como hicieran Baudelaire o, más tarde, Apollinaire, embarcados en la anti-heroica tarea de abandonar la atmósfera (morbosa y sublime pero también reaccionaria y patética) del romanticismo. Nuestra zona no es ya, en ningún sentido, propicia a las “correspondencias” ni a los encuentros, más bien favorece la “desconexión” y hasta la soledad precisamente cuando parece que tenemos cobertura total y la masa nos “acoge”.
Marc Augé señaló, lúcidamente, que la sobre-modernidad nos obliga a transitar por los no-lugares, espacios de anonimato en los que no es posible el reconocimiento. Tal vez una de las tareas del arte sea pugnar por generar lugares en este dominio de sin-sentido con la conciencia de que no es posible regresar al “sueño de la totalidad”. Es posible, como demuestra la pintura de Estartús, desplegar lo que llamaríamos una nostalgia reflexiva que no tenga rencor por lo perdido sino que rescate el aliento de aquello distante para re-animar el presente. En la serie People encontramos cuadros que evocan la ciudad de Londres o Nueva York con multitudes corriendo la maratón. ¿Por qué se entregan esos sujetos a tan agotador ejercicio, para qué correr en una época en la que parece que no vamos a ninguna parte? Tengo la impresión de que Estartús quiere que, simbólicamente, nos desplacemos hacia una suerte de “humanismo poético” en el que pueda recuperarse una temporalidad amoroso-contemplativa. Basta revisar cuadros como el de la pareja dándose la mano en un banco del parque o charlando en la cama el ensayo del profesor con la joven violonchelista.
Estartús no solamente fija instantes singulares en sus obras sino que plantea “micro-relatos”, en los que es decisiva la dinámica de la seducción. Una mujer camina descalza con los zapatos de tacón en la mano por una calle desierta de París, una ventisca levanta la falda a una ciclista que “regala” una visión de sus braguitas, en los puentes no faltan hermosas mujeres ligeras de ropa que invitan al placer. Junto a la dinámica erótica este pintor ofrece una particular visión del mundo del trabajo, sea retratando a un tendero que ofrece unos huevos en un colmado, a unos operarios en una fundición o a una granjera que alimenta a los cerdos. Esta aproximación de temporalidades vivenciales tan distantes tiene un punto de anacronismo deliberado. Y, ciertamente, Estartús presenta imágenes de la felicidad que remiten al pasado: la pandilla en patinete o comprando golosinas y, especialmente, la imagen del niño corriendo encantado de la vida con una inmensa barra de pan bajo el brazo.
La Belle Epoque no es solamente ese cuadro con el tableu-vivant-teatral sino la totalidad de esa people que lo mismo camina deprimida por una calle bajo la lluvia que contempla el rostro maravillosamente crispado de una mujer en el climax orgásmico. Si, en una serie de obras, Estartús retrata situaciones individualizadas también quiere captar, desde la distancia, el panorama de la multitud; sus visiones, cromáticamente reduccionistas, de las gentes caminando me ha llevado a fijarme en el punctum de las sombras que no nos abandonan jamás. Parece como si este pintor estuviera contemplando el mundo que le rodea cuando el sol comienza a ocultarse, en el momento de la sombra más larga. En esta crepúsculo del mundo no podemos refugiarnos en el tono melancólico (cuando, a la postre, la sociedad se “auto-diagnostica” como estrictamente bipolar) sino que tenemos, como propone Estartús, que recupera la curiosidad, aunque esto tenga que aproximarnos a la condición de un perro que lanza una furtiva mirada a través de una tabla rota. La belleza, dijo Rilke, no es sino el comienzo de lo terrible y a nosotros, en el empantanamiento occidental nos toca recuperar los lugares, volver a mirar las cosas, dotar de sentido lo que hacemos o, sencillamente, atrevernos a actuar, aunque eso suponga, como sugiere un cuadro de Estartús, aprender de ese niño que tiene un tirachinas en la mano. Devenir infantil puede significar recuperar una “mirada voraz”, amar nuestro destino (precisamente para cambiarlo), dibujar nuestros papeles soñados antes de que el papeleo nos convierte en completas nulidades.
Fernando Castro Flórez
Fernando Castro Flórez, ha desarrollado su labor docente en el Instituto de Estética y Teoría de las Artes, la Universidad Autónoma de Madrid, el de Cultura Contemporánea del Instituto Ortega y Gasset y el Museo Reina Sofía, de cuyo patronato es miembro. Ha impartido cursos de doctorado, clases y conferencias en numerosas universidades y museos tanto nacionales como internacionales.
Ha escrito con regularidad en suplementos culturales de periódicos como El País, Diario 16, El Independiente, El Sol, El Mundo, y lleva más de diez años desempeñando la labor de crítico de arte en el ABC Cultural, colaborando en revistas culturales. Ha comisariado más de un centenar de exposiciones e infinidad de muestras individuales y colectivas en museos de todo el mundo y trabajos colaborativos como por ejemplo con el salmantino Domingo Sánchez Blanco.